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Ida Rubinstein en Scheherezade

Actualizado: 1 may


AUDIOGUÍA ETERNAS Ida Rubinstein en ScheherezadeCristina Santa Cruz





Ida Rubinstein en Scheherazade
Jorman
Óleo sobre tela
200 x 170 cm
2025
Colección Eternas
Categoría: Retrato · Historia · Literatura · Ballet · Imaginación


"No danza. Encanta. No suplica. Seduce. No se entrega: cuenta una historia."

 

Vestida en piedras y terciopelos que parecen cantar, Ida Rubinstein se convierte aquí en un espejo de todas las Sheherezades posibles. En esta obra, Jorman no retrata solo un personaje: invoca un mito, una época, una sensibilidad. Y lo hace con el poder visual de un hechizo.

El fondo, vibrante y sombrío, de verdes y violetas imposibles, rinde homenaje a los escenográficos mundos de Léon Bakst, pintor de atmósferas orientales y uno de los grandes constructores visuales de los Ballets Russes. Es en ese contexto donde Rubinstein —figura única de la Belle Époque— encarna a Zobeida, la odalisca trágica y sensual del ballet Scheherazade.

Pero no hay aquí decorativismo vacío: hay alma. Jorman recoge una fotografía de época y la transforma en símbolo. La pose de Ida —curvada, alerta, de pies desnudos y mirada que desafía sin miedo— es la de una mujer que conoce su poder narrativo, físico, emocional. Entre altiva y defensiva, como Sheherezade misma, conjura su destino no con armas, sino con palabras, con presencia, con belleza que no cede.

Los colores son una sinfonía tejida con óleo: el índigo y el amatista hablan de reinos interiores; el verde pavonado, de secretos escondidos; el dorado, de lo eterno; el azul profundo, del ritmo lento de los cuentos que salvan la vida…

Cada pincelada acaricia la tela como lo haría un bordador de seda antigua. Los reflejos, las texturas, las cuentas que brillan con minuciosidad de joya… evocan los trajes de la época y también los tapices orientales, los manuscritos iluminados, los cuerpos danzantes en medio de la penumbra.

Y en medio de todo esto, la música. La música de Rimsky-Korsakov, quien compuso su suite Scheherazade imaginando al violín como voz femenina que guía y transforma. Ese violín es el trazo fino de este cuadro. Es la curva de su espalda. Es el suspiro de sus dedos. Es el misterio de su cabello suelto, que no teme al deseo ni a la historia.


Abril 2025


Ida, Zobeida y Scheherezade en contexto


Ida Rubinstein (nacida en 1885 y quien dejara este plano en 1960) fue mucho más que una musa. Huérfana desde temprana edad, heredó una inmensa fortuna, pero también una feroz independencia de espíritu. Lejos de conformarse con los privilegios del mundo burgués, abrazó la vida del arte con una intensidad propia de los mitos. Y como los mitos, vivió entre luces y sombras, entre la escena y el exilio, entre el deseo y la renuncia.

Fue actriz, bailarina, filántropa, productora y mecenas. Esta bailarina atípica —de físico lánguido, aristocrática, de mirada altiva y melancólica, y con una energía casi mística—, capturó la atención de toda una época.

Se unió a los Ballets Russes de Serge Diaghilev, y fue protagonista de puestas emblemáticas como Le Martyre de Saint Sébastien (con música de Debussy) y Scheherazade (con música de Rimsky-Korsakov), en escenografías y vestuario firmados por Léon Bakst, el gran diseñador del exotismo teatral de la Belle Époque.

Admiraba la belleza, el arte, el riesgo. No se limitó a representar, y su impulso la proyectó aún más allá de los escenarios. También creó, financió, ideó, curó. Durante la Gran Guerra, fundó un hospital militar en Francia y se alistó como enfermera voluntaria.

Fue musa y compañera sentimental de la pintora Romaine Brooks, quien la retrató con devoción y misterio en múltiples versiones: como diosa, como enfermera, como esfinge. Fue también ella quien encargó (e inspiró) el Bolero de Maurice Ravel, himno a la repetición hipnótica, y pieza que se convertiría en una de las más célebres del siglo XX.
 
En ella convivieron la danza y el pensamiento, la fragilidad y la determinación, el oriente soñado y el occidente real. Rubinstein fue muchas mujeres a la vez —y tal vez por eso, la perfecta encarnación contemporánea de Scheherezade.

Aquí, encarna a Zobeida, figura del ballet basado en Las Mil y Una Noches, pero también a la propia Scheherezade: mujer que se salva contando, que salva a otros narrando. Su historia es la historia del relato como resistencia, del arte como arma sutil, de la belleza como inteligencia en acción.

Y como los cuentos que la inspiran, este cuadro se alimenta de muchas culturas: Persia, India, Arabia, Egipto, Bizancio… y del París que soñaba con el oriente. En su corazón, Scheherezade no es un lugar: es una idea. Una que sigue viva en cada voz que cuenta para no callar, en cada artista que transforma el miedo en deseo, la amenaza en forma.
 

Las Mil y Una Noches


Los cuentos que vencen la muerte.

La recopilación de cuentos conocida como Las Mil y Una Noches (o Alf Layla wa Layla) es un tapiz narrativo tejido durante siglos, nutrido de tradiciones persas, árabes, indias y egipcias. No hay una única autoría ni un texto definitivo: su riqueza nace del constante contar, transformar, reimaginar.

En el corazón de esta colección está Scheherezade, la narradora sabia que, para salvar su vida del sultán Shahriar —quien ejecutaba a cada esposa tras la noche de bodas—, decide contarle un cuento cada noche, dejando el final en suspenso. Así, durante mil y una noches, prolonga su existencia, lo transforma, y demuestra que la palabra puede vencer al poder, que la belleza del relato puede ser más fuerte que la violencia.

En ese acto hay algo profundamente revolucionario: Scheherezade no escapa, no se enfrenta, no se arrodilla. Relata. Y en su voz viven Simbad, Aladino, Alí Babá, pero también infinitas mujeres que usaron la astucia, el conocimiento, el humor y el arte como herramientas de supervivencia y de amor.
La elección de Jorman de pintar a Ida Rubinstein como Scheherezade es también una forma de enlazar épocas y significados: la artista del siglo XX se convierte en la voz antigua; la bailarina europea en el ícono de una narradora oriental.

Y así, el lienzo se vuelve noche, el cuerpo se vuelve palabra, y la pintura se vuelve cuento...


Abril 2025


Ida Rubinstein en Scheherezade, por Jorman · Óleo sobre tela · 200 x 170 cm · 2025 · Colección Eternas
Ida Rubinstein en Scheherezade, por Jorman · Óleo sobre tela · 200 x 170 cm · 2025 · Colección Eternas




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