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La Noche y la Tortuga

Actualizado: 23 abr



AUDIOGUÍA ETERNAS La Noche y la TortugaCristina Santa Cruz





La Noche y la Tortuga
Jorman
Óleo sobre tela
2023
60 x 50 cm
Retrato · Imaginación · Literatura
Colección Eternas: Rostros del Mito, la Historia y la Imaginación

La noche apenas comienza. No es todavía la sombra plena ni el silencio absoluto. Es esa hora suspendida en la que el sol acaba de retirarse, dejando una estela tibia sobre el mundo, y el cielo comienza a vestirse con los primeros matices del misterio.
Y en ese umbral entre lo visible y lo velado, aparece ella: la personificación de la joven noche.
No duerme. Nos mira.

Su rostro emerge del claroscuro como una revelación.
La piel marfilada, velada por una tenue melancolía, parece flotar sobre un manto de sombra orgánica y susurrante.
No hay estridencia: hay presencia. Hay algo en sus ojos —tan grandes, tan plenos— que no pregunta ni exige, pero que convoca. Una sabiduría antigua, mansa, que no necesita palabras.
Es la sabiduría de la espera, del tiempo lento. La que se posa en las hojas con el rocío y acaricia con dedos de viento tibio.

En sus manos, una tortuga —viva, sí, pero también símbolo.
La sostiene como si fuese una lámpara sagrada. Su caparazón se enciende en un blanco amarillento y luminoso, empujando la oscuridad hacia atrás, como si portara el secreto de un fuego olvidado.
La tortuga avanza sin prisa, como las historias bien contadas, como los rituales antiguos, como la noche que se despliega sin apuro.
En muchas culturas, es símbolo del mundo, del origen, del cosmos sostenido.
En sus pasos lentos habita la eternidad.
Y aquí, iluminada desde adentro, nos habla de una sabiduría que se enciende desde lo profundo.
Como la poesía. Como la música que se compone al borde del sueño.

A su alrededor flotan los bichitos de luz, pequeñas luciérnagas que danzan como notas musicales en un pentagrama nocturno.
No sólo iluminan: ritman el espacio, creando una partitura suspendida, al modo de Debussy, de Satie, o de los movimientos lentos de Mahler.
Su luz parpadeante acompaña la respiración del bosque, la expansión de los colores.
Y mientras tanto, la pintura de Jorman no retrata: sugiere.

En el gesto de la pincelada hay algo de magia antigua, de conjuro, de acuarela atrapada en óleo.
Hay dramatismo, claro, pero contenido. Una emoción contenida como una carta que no se ha abierto.

El fondo, oscuro y envolvente, no es vacío.
Es matriz y cuna, como lo es la noche.
Como en las telas de Odilon Redon o de Henry Fuseli, hay un misterio que no asusta, sino que invita a seguir mirando.
Es el reino de los sueños, de las metamorfosis, de lo oculto que brilla sólo para quien sabe esperar.

Sobre su cabeza, una corona de flores, compuesta por pequeñas pasionarias, margaritas silvestres y brotes rosados.
Coronarla no es adornarla: es nombrarla como reina de esta hora encantada.
La pasionaria, símbolo de pasión y resistencia, de belleza que nace del sacrificio, habla también de la vigilia.
De lo que florece cuando la mayoría duerme.
Del arte.
De lo sagrado.
Del corazón que arde en silencio.

Así, entre fuego y sombra, entre flora y animal, entre infancia y eternidad,
la joven noche nos sostiene la mirada.
No sabemos si nos protege o nos desafía.
Quizás ambas cosas.
Y en esa ambigüedad está su hechizo.
Como la poesía.
Como la pintura.


Abril 2025
La Noche y la Tortuga, por Jorman · Óleo sobre tela · 60 x 50 cm · 2023 · Colección Eternas
La Noche y la Tortuga, por Jorman · Óleo sobre tela · 60 x 50 cm · 2023 · Colección Eternas


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