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Más azúcar, por favor



AUDIOGUÍA ETERNAS Más azúcar, por favorCristina Santa Cruz





Más azúcar, por favor
Jorman
2018
Óleo sobre tela
200 x 150 cm
Colección Eternas





El jardín no es un jardín: es un reino.
Un espacio suspendido entre la vigilia y el sueño. Allí habita ella, la niña de sonrisa escondida, corona de pasionarias y mirada detenida —esa que atraviesa la pintura, los años y hasta el azúcar mismo.

Su gesto no pide: exige.
"Más azúcar, por favor" dijo una vez, con la franqueza reveladora de quien aún no ha aprendido a callar sus deseos.
Y esa frase, tan pequeña y tan infinita, se transformó en escena. En pintura. En declaración de principios.
Porque no es una niña más: es la reina de un universo repleto de blancos cristales de rocío azucarado, del perfume que no se disipa.
Y este jardín, su corte secreta.

A su alrededor, se derraman almohadones como si fueran nubes bordadas por siglos de civilización. Cada uno un emblema, una heráldica suave: flor de lis, aves, ramas, brocados. Una sinfonía barroca que se toca con los ojos.
Y entre ellos, los animales fantásticos del inconsciente. La tortuga, testigo de la lentitud necesaria para disfrutar la dulzura. Junto a ella, una campana que aún no ha sonado: el tiempo está suspendido. Un pájaro amarillo, mensajero del asombro. Pavos reales escondidos entre los pliegues, símbolos de vanidad, belleza y eternidad. Pequeños elefantes engalanados, memoria de la infancia y fuerza ancestral.
Y veintitrés abejas: una por cada año de vida del artista al momento de pintar esta obra.
Son custodias de este templo de azúcar, constructoras de hexágonos invisibles que vibran en el aire.
Son orden y caos. Son aguijón y miel.

Los objetos parecen hablar entre ellos: la porcelana frágil de la taza, sostenida apenas, como si pudiera quebrarse si respiramos muy fuerte; las rosas que explotan como fuegos artificiales amarillos y rosados; el césped mullido que huele a risa después de la lluvia.
Y, en un rincón discreto, una pequeña planta de la moneda del alma, redonda y translúcida, esperando florecer.

La paleta elegida por Jorman es sinestésica: tiene el ritmo visual de un vals de Tchaikovsky, la dulzura plástica de un cuadro de Balthus, la sobreabundancia simbólica de una escena de Lewis Carroll revisitada por una mente barroca y tropical.
Las pinceladas no ornamentan: invocan.
Llaman a los sentidos a la ceremonia.
A ver, a oler, a tocar, a saborear…

El vestido de la niña, sencillo, de fulgurosa gasa, se mezcla con el entorno como si ella misma fuera parte de la flora. Y, sin embargo, su mirada no pertenece al jardín.
Nos observa desde otro plano: un punto intermedio entre lo que somos y lo que dejamos de ser. Nos mira como quien recuerda un juego.
Como quien intuye que algún día, todos, volveremos a decir:
“Más azúcar, por favor.”


Abril 2025



Más azúcar, por favor, por Jorman · Óleo sobre tela · 200 x 150 cm · 2018 · Colección Eternas
Más azúcar, por favor, por Jorman · Óleo sobre tela · 200 x 150 cm · 2018 · Colección Eternas



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