Ulises y las Sirenas
- Cristina Santa Cruz

- 24 jun
- 2 Min. de lectura

AUDIOGUÍA Ulises y las SirenasCristina Santa Cruz
Ulises y las Sirenas
Alfredo Sábat
Óleo sobre tela
100 x 100 cm
2019
Colección Mitológicas
Categoría: Mitos
No todos los peligros se vencen con fuerza. Algunos exigen amarrarse a uno mismo.
En su largo viaje de regreso a Ítaca, Ulises tuvo que atravesar la isla de las Sirenas, criaturas fascinantes cuyo canto era tan bello que ningún hombre lograba resistirlo. Atraídos por sus voces, los marineros encallaban sus barcos y eran devorados. Ulises, sabiendo el riesgo, pidió a su tripulación que se tapara los oídos con cera, y que a él lo ataran al mástil para poder escuchar sin sucumbir.
Homero cuenta que sobrevivió. Pero calla el precio. ¿Qué se pierde cuando se escucha lo irresistible y no se cede? ¿Qué queda del deseo contenido? ¿Qué parte de Ulises volvió con vida y cuál se quedó flotando entre las voces?
Alfredo Sábat traslada el mito a un escenario simbólicamente contemporáneo: las Sirenas ya no habitan el mar, sino un escenario de azulejos, coronado por un micrófono. Sus rostros son casi idénticos, como si el deseo tuviera siempre el mismo rostro, o como si el hechizo fuera una multiplicación del mismo misterio. Firmes, impasibles, esperan el momento justo. Ulises, en cambio, yace en el suelo, vencido no por ellas, sino por sí mismo. Su cuerpo, musculoso pero rendido, encarna la tensión entre voluntad y fascinación. La ola en la pared recuerda que el mar, aunque ausente, nunca se ha ido.
El héroe no cayó por debilidad, sino por haber deseado intensamente aquello que no podía poseer. Pero sobrevivió. Y en ese sobrevivir, algo cambió. Porque a veces, escuchar el canto sin rendirse es también una forma de amar sin destruir. Las Sirenas no lo devoraron: le ofrecieron el don de regresar distinto. Con el alma herida, sí, pero más vasta. Y acaso Ítaca —esa promesa lejana— sólo podía alcanzarse después de atravesar la belleza sin tomarla, de oír el deseo sin romperse. Lo que Ulises dejó atrás no fue una parte de sí, sino la certeza de que, incluso frente al abismo, el corazón humano puede seguir navegando.
Junio 2025







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